- Los hermanos Lumière le ganaron a Edison
- El quinetoscopio o el cinematógrafo
- Porfirio Díaz el primer actor
Antes de que los hermanos Auguste y Louis Lumière patentaran en Francia el cinematógrafo, como cámara y proyector de películas, el norteamericano Thomas Alva Edison ya había inventado el quinetoscopio, una caja de madera en la que una persona, a través de una ventanilla, podía ver imágenes en movimiento, generadas por una cinta de 14 metros de película que corría en bucle gracias a unas bobinas internas.

Los Lumière, que además de inventores eran empresarios, aprovecharon el invento de Edison para hacer una extensión que permitiera salir la luz filtrada por la cinta de película y a través de un lente se proyectara en una superficie plana y entonces, en vez de que una persona se asomara al interior de un cajón, muchas personas al mismo tiempo pudieran ver las imágenes en movimiento y en mayor tamaño.
El invento que sobre el invento de Edison hicieron los hermanos Lumière, había que patentarlo lo más pronto posible para comercializarlo de inmediato, antes de que al norteamericano se le volviera a prender el foco (Edison también fue el inventor de la bombilla eléctrica, mejor conocida en nuestro tiempo como foco) y transformara el quinetoscopio en proyector, patentándolo como uno más de sus inventos.

Los Lumière, seguramente impulsados por su espíritu empresarial, sabían -contrariamente a quienes aseguran sin probarlo, que Louis Lumière expresó que el cinematógrafo sería «un instrumento efímero de entretenimiento»- que aquello sería muy rentable para ellos porque además de vender cinematógrafos para capturar imágenes y también para proyectarlas, se verían beneficiados asimismo por la gran cantidad de cinta de película que se requeriría para la cámara de filmar y proyectar, película que se hacía en la fabrica de su propiedad. El negocio por ello seria redondo.
Y esto seguramente lo consideraron los Lumière porque en cuanto hicieron algunos filmes para probar y para mostrar a sus futuros clientes, se solicitó la patente. Tan fue así que la película Salida de los obreros de la fábrica, considerada como la primer película de la historia del cine, producida y dirigida por Louis Lumière, se filmó en Lyon, en marzo de 1895, y se estrenó en París el mismo año, mientras que se esperaban los documentos de la patente, que en cuanto estuvieron listos en 1896, de inmediato, antes de que el norteamericano Edison lo considerara, se embarcaron las primeras cámaras que se habían fabricado en el mismo lapso de los trámites del registro de patente, hacia la Ciudad de México que en esos tiempos de nuestro porfiriato era la puerta de entrada de lo europeo al nuevo mundo.
Fue así que el mismo año en que se legalizó el invento del cine, los franceses, queriendo ganarle la carrera a los norteamericanos, trajeron el cine a nuestro país, tanto que ese 1896, con la cámara de los Lumière, se realizó la primera filmación en México, llevando como protagonista al mismísimo Porfirio Díaz. La película se llamo El presidente de la República paseando a caballo en el bosque de Chapultepec, y su realizador fue el francés Gabriel Veyre, enviado de los Lumière. La primera exhibición fue en el Castillo de Chapultepec para Díaz y sus invitados. Posteriormente, se proyectó junto con otros pequeños filmes de Auguste y Louis Lumière, para el público en general, en un local interior de la Droguería Plateros, ubicada en Plateros 9, hoy Avenida Francisco I. Madero, casi esquina con Isabel La Católica.
Así comenzó todo y, ahora, casi 130 años después, a punto de que los proyectores sean eliminados para dar paso a las pantallas de leds, como ya está sucediendo en México, donde se acaba de inaugurar la primer pantalla de este tipo en Cinépolis de Plaza Perisur, y cuando la IA ya genera guiones de cine, escenografías, actores, efectos especiales y quizá pronto fotógrafos y directores, deberíamos desear de manera ferviente que, por favor, las palomitas nunca vayan a ser virtuales.