- Las tres películas favoritas del Papa Francisco
- Fellini y la Iglesia
- Los jesuitas son algo serio
Con motivo de la muerte del Papa Francisco se publicaron múltiples cosas sobre su vida, su labor como obispo de Buenos Aires, sus viajes, sus encuentros con personalidades del mundo de la política, sus opiniones sobre todos los temas, sus gustos y mucho más. Entre todo lo que se dio a conocer, me llamó la atención una información sobre sus películas favoritas y, luego de consultarlo en varios medios para saber si era verdad o un invento para meterse en el tema de actualidad, confirmé que el papa dijo en varias ocasiones que ROMA, CIUDAD ABIERTA (Roberto Rosellini, 1945), EL FESTIN DE BABEL (Gabriel Axel, 1987) y LA STRADA (Federico Fellini, 1954) eran sus tres películas favoritas.
No fueron películas sobre la vida de Jesús, como se hubiera podido asegurar si tratáramos de adivinar los temas que le podían atraer a un papa. Ni la más reciente, de Mel Gibson (La pasión de Cristo, 2004), ni la de Franco Zeffirelli (Jesús de Nazaret, 1977), ni la de Pier Paolo Pasolini (El Evangelio según San Mateo , 1964), ni la de Martin Scorsese (La última tentación de Cristo, 1988), entre otras muchas que se han filmado sobre este personaje de la cristiandad. Yo hubiera asegurado que a Franciscus -así quizo que se le pusiera sobre su sepulcro-, por ser como era, hubiera preferido la de Pasolini, pero me sorprendió que sobre todas estas películas, mencionara la de Rosellini, la de Axel y, sobre todo la de Fellini.
¡Federico Fellini, que fuera amenazado con la excomunión por La dolce vita (1960), donde la Iglesia y su burguesía son señalados con el índice fellinesco de la sátira pura, era uno de los directores de las películas preferidas del pontifice Francisco!
Paulo VI calificó a La dolce vita de “Inmoral” y por lo tanto colocó a Fellini como enemigo de la la Iglesia.
Pero Francisco era jesuita y los auténticos jesuitas no se quedan en lo superficial de la pantalla o la imagen, entienden a la primera el sentido de las cosas. Quizá porque los jesuitas tienen como uno de sus compromisos fundamentales promover la justicia social y defender los derechos de los más vulnerables, además de considerar que el intercambio cultural enriquece a las personas y a la sociedad.
Ya, en medio de la descalificación que entonces hacía la jerarquía eclesiástica a La dolce vita y a Federico Fellini, el jesuita Nazareno Taddei, escritor y autor de Lectura estructural del film (1965) y Educar con la imagen (1979), defendió la película como una denuncia sobre el abandono de Dios por parte de la sociedad Italiana. El padre genovés Ángel Arpa, intelectual jesuita, reconocido por haber creado una institución llamada Columbianum, cuya actividad se centraba en la interrelación de las culturas europea y latinoamericana, había defendido también a Fellini, expresando que era una película de inspiración cristiana.
El caso es que el Papa Francisco tenía entre sus películas favoritas a La strada, de Fellini, y eso me sorprendió además porque también es una de mis favoritas. Fue la primera película del director italiano que vi. Me llevó mi papá a verla, no recuerdo cuantos años tenía yo, pero lo que sí recuerdo es que a mi papá le causaba mucha gracia el nombre de Gesolmina, personaje que intepretaba Giulietta Masina, que por cierto fue esposa de Federico Fellini.
Por esa película me volví admirador de Anthony Quinn, quien interpretaba a Zàmpano, el cirquero ambulante que había comprado a Gesolmina para que viajara con él ayudándole en las rutinas que presentaba pueblo tras pueblo.
Posteriormente conocí a Anthony Quinn, cuando fue a Durango a filmar Los cañones de San Sebastián (Henri Verneuil, 1968). Tuve la oportunidad de charlar con él en múltiples encuentros en Durango, incluso me dio algunos tips sobre el golf en los campos del Club Campestre, un espacio social y deportivo exclusivo para “socios” (los que pagan la membresía y las cuotas mensuales).
Entre otras cosas me contó que La strada fue una película muy significativa para él. Luego, en alguna entrevista que le hicieron, dijo que Fellini lo había dirigido sin piedad, haciéndolo repetir cada escena una y otra vez hasta conseguir lo que quería. “Aprendí más sobre cine -dijo-, actuando durante tres meses con Fellini, de lo que había aprendido en todas las películas que había hecho antes”.
Que el Papa Francisco haya tenido a esta película entre sus tres favoritas, me dio gusto porque también es de mis preferidas, como casi todas las de Fellini, porque trajo los recuerdos de mi papá, de Anthony Quinn, de Durango y de muchas cosas más como una película proyectada en mi memoria, además de que me reconfirmó que Francisco fue un papa excepcional.