- Un cine de 7,500 butacas
- Se acabaron LOS CÁCAROS
- ¿A dónde iremos a llegar?
Dentro de poco tiempo el cine dejara de proyectarse. Ya no será necesario tener una cabina desde donde se emite el haz de luz que contiene las imágenes que, a su vez, nos cuentan las historias que vemos en las pantallas. Ahora esas cabinas que se encontraban tras las butacas serán eliminadas para dar más espacio a más butacas.
Y sí, caray, la tecnología ha avanzado a pasos agigantados en esto del cine, tanto para hacerlo, como para proyectarlo o mostrarlo al público.
En los primeros años del cine (1895 …), se proyectaba con la misma cámara que se había filmado. Unos diez años después, se inventó el proyector de cine y, por lo tanto, un aparato servía para filmar y otro para proyectar.
Como el cine se fue colocando cada vez con mayor fuerza en el gusto del público, las salas de proyección se fueron multiplicando y la demanda de proyectores fue creciendo, al igual que la tecnología se fue desarrollando para captar y proyectar con mayor nitidez las imágenes en las pantallas que cada vez eran más grandes en las salas también crecientes en cuanto a dimensiones con mayor capacidad de butacas.
¡En la Ciudad de México, a principios de la década de los años 1950, se inauguró el Cine Florida, en Tepito, con 7,500 butacas! ¡Y se llenaba! ¡Tenía 42 baños! Un incendio acabó con ese cine, en 1988.
En esos años se exhibían dos o tres películas diferentes por un mismo boleto y había permanencia voluntaria. Es decir que por un mismo pago uno podía pasar tarde y noche viendo pelis sin que nadie llegara a sacarlo. Además, el boleto de cine hasta la década de los años 1970 era muy barato, tanto que era un producto considerado parte de la canasta básica de los mexicanos.
En aquellos años el proyector de cada cine era operado por una persona a la que se llamaba CÁCARO. Dicen que porque un proyeccionista de uno de los famosos cines del centro de la Ciudad de México era cacarizo. En realidad no se sabe a ciencia cierta de donde salió el apodo para los que montaban los rollos de película en los enormes aparatos y cuidaban que pasaran bien las proyecciones, pero en caso de que se trabara la cinta y se quemara un cuadro o se dejara de escuchar bien, de inmediato alguien en el público reclamaba: ¡Cácaro!
Después, la tecnología en desarrollo constante eliminó la figura del cácaro porque de igual manera se dejaron de usar los rollos de película y vinieron LOS DATOS que ya no se montaban, sino que se cargaban en un proyector que más bien es una computadora con un lente, que se opera desde una ipad.
Esta semana fui a una sala de Cinepolis en Perisur, donde ya no hay cabina de proyección. Ahora la pantalla es de leds y se programa con anticipación para que la película pase en horarios determinados sin que nadie tenga que ir a prender el aparato o a apagarlo. ¡¡¡Woooorales!!!
¿A donde iremos a llegar?